Hay temas que, por desgracia, a menudo pasan desapercibidos. Hace un par de semanas comenzó el curso de cántabru organizado por la asociación Alcuentru, en el que participan más de 350 personas. Es una cifra récord para estos cursos, que vienen celebrándose desde hace años, y que poco a poco han ido generando mayor expectación e interés.
Pero no es la cifra de personas apuntadas lo que nos debería sorprender, sino la posibilidad de que la modalidad lingüística autóctona de Cantabria, la forma de hablar de nuestra gente, haya pasado desapercibida para las instituciones públicas y para una gran parte de la sociedad cántabra durante tantos años.
Afortunadamente, algo ha cambiado y cada vez más gente empieza a valorar esta parte tan importante de nuestra cultura y nuestro patrimonio con la importancia que merece. Porque nuestras palabras, nuestros rasgos, características y formas de expresión, significan un legado de las generaciones que nos preceden y siguen aún hoy vivas en las personas que lo utilizan para comunicarse a diario. Porque no hablamos del pasado. Hablamos de una realidad que aún se escucha en las calles y en las casas, que muchas y muchos hemos escuchado a nuestros güelos y güelas y que nos ayuda a comprender mejor nuestra sociedad y nuestro entorno.
Estamos dejando atrás décadas de estigmatización, de discursos que consideraban ridículas, paletas o incultas las formas de expresión que nos caracterizan y nos llevan acompañando desde hace cientos de años. Dejamos atrás, por el contrario, la incultura e ignorancia de quienes desconocían las obras de importantes figuras de nuestra literatura como José María de Pereda, Manuel Llano o Jesús Cancio, que emplearon el cántabru en sus creaciones, que escribieron sobre la realidad de nuestras ciudades y pueblos y reflejaron la lengua de sus gentes.
Además de grandes ejemplos en la literatura, contamos con importantes estudios sobre la materia, entre los que destacan los desarrollados por el reconocido filólogo inglés Ralph J. Penny, los de Francisco García González o Adriano García Lomas. Y podríamos mencionar muchos más.
Cabe preguntarse qué ha estado haciendo el Gobierno de Cantabria y, en concreto, la Consejería de Cultura, para eludir durante décadas su responsabilidad en la preservación de nuestra modalidad lingüística. Es el momento de exigir a nuestras instituciones que se impliquen, desarrollando un marco legislativo para protegerlo e impulsando la investigación y la divulgación sobre la materia.
Hay que destacar el trabajo desinteresado y generoso de muchas personas, siempre al margen de las instituciones de Cantabria, que han contribuido a la investigación, divulgación y visibilidad de esta realidad lingüística que, además, representa un patrimonio inmaterial de un valor incalculable. Arrojando luz en la nochi ciegu que ha vivido el cántabru en las últimas décadas y abriendo la cambera que nos conecta a las palabras que mejor explican lo que somos.
Nu son las muestras parabras, lus muestrus aquelis, las muestras carautiristicas y jormas de despresión, sino, cinciyamenti la muestra súlida lingua nacional que tien de vesi n´énterné cumu´na más entri tolas linguas del mundu. Y que tolos decumentus de Cantabrist@s surdan tamién en cántabru, sino, estamos pirdí@s.
Un saludu rivulucionariu cantabriegu.
Y ya ván 70 librus en cántabru. Quin da más?
Vucín.
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