Si a uno le borraran la memoria, o acabara de llegar de otro planeta, y le pusieran a ver la rueda de prensa en la que el Gobierno de Cantabria anunciaba el confinamiento municipal, llegaría a una conclusión muy distinta a la que llegamos quienes la vemos conociendo bien, por suerte o por desgracia, a los protagonistas.
Escuchar a Revilla riñéndonos, erigiéndose en máximo exponente de la responsabilidad ante la pandemia, era ya lo último que nos faltaba por ver. Aquel que dio por chamuscado el virus hace meses, que lleva desde junio llamando al turismo masivo, que pocas horas antes del cierre perimetral autonómico aún lamentaba como una “malísima noticia para Cantabria” el cierre de Asturias y País Vasco. La metamorfosis del hombre que llamó a los madrileños a escapar a Cantabria, horas antes de la declaración del estado de alarma en esa Comunidad. Ayer era el máximo exponente de una cosa y hoy se erige en líder moral de la contraria.
En este caso, las decisiones más duras llegan después de las chapuzas más evidentes. Resulta que los tribunales les tumban una medida −la suspensión de las vacaciones escolares−, por no estar justificada en criterios sanitarios, y la culpa no es de quienes diseñaron e impusieron la medida, sino del resto. Mientras esperamos a conocer los detalles de las nuevas restricciones, el Presidente echa balones fuera sobre la responsabilidad en el caos educativo de la semana pasada y justifica la nefasta gestión de Lombó al frente de la Consejería de Educación.
La actitud arrogante y teatrera de los responsables políticos solo contribuye a desacreditar las medidas adoptadas, a generar confusión, dudas y un enfado generalizado ante decisiones que en muchos casos se perciben como ocurrencias e ideas llenas de contradicciones. La medida adoptada por la Consejería de Educación de suspender las vacaciones escolares es un buen ejemplo: una idea sin base en informes técnicos, que pocos entienden y que termina siendo tumbada por los tribunales. Decisión judicial que nos recuerda que en este contexto no todo vale, no todo está justificado, y menos de cualquier manera.
Por otra parte, no podemos aceptar ni debemos normalizar el paternalismo de estos gobernantes que se dedican a impartir lecciones morales al resto, y más aún cuando se han comportado de forma completamente irresponsable durante meses, priorizando el beneficio de unos pocos a la salud de toda la población.
Ante el escenario actual, es imprescindible tomar conciencia de la gravedad de la situación y actuar con responsabilidad y empatía, colaborando en evitar la propagación del virus y contribuyendo a salvar vidas. Lo sabemos bien, conocemos casos y personas que han perdido a familiares y amigos por el camino, que han sufrido o que aún se están recuperando. Es necesario el compromiso de toda la sociedad para salir de esta. Necesitamos menos lecciones, menos sermones y palabrería y más decisiones coherentes, técnicas y de eficacia contrastada.