Santander necesita un cambio, sin duda. Necesita un cambio de mentalidad hacia el municipalismo real. Para conseguirlo, necesitamos una fuerza política que no esté gobernada desde Madrid, a merced de los vaivenes partidistas y los intereses ajenos.
El domingo 26 de mayo de 2019 éramos muchos los que por fin veíamos posible un cambio en la Casona. Un conjunto de diversas fuerzas había estado prometiendo un cambio en los mandos del Ayuntamiento de Santander a lo largo de la campaña electoral y fuimos bastantes los que, con más o menos ilusión, esa noche creímos que era posible. Tras más de cuarenta años de democracia y alguna historia de transfuguismo, o incluso ochenta si echamos la vista más atrás, parecía que había un conjunto de fuerzas decididas a dar un cambio al gobierno municipal. Pero lo más importante esta vez no era la convicción, sino que sumaban lo suficiente como para llevarlo a cabo.
Comenzaron las reuniones entre partidos y, entre dimes y diretes, del famoso cambio no quedaron más que palabras, y estas se las suele llevar el viento. Al parecer, aunque en esas mesas de negociación que vimos en prensa y televisión se sentaban los miembros electos a los que la población santanderina votó, quienes tomaron las decisiones después fueron otros señores que no habían sido elegidos ni votados y que, en muchos casos, no estaban ni siquiera en Cantabria.
Tal vez esto pueda explicar que, durante estos dos años de legislatura, hayamos visto algún que otro roce entre las fuerzas que forman gobierno e incluso varios rutes que dejaba entrever una posible moción de censura. Estos días volvemos a escuchar lo mismo y los mismos señores no electos parece que siguen teniendo la voz y el voto en estas decisiones. A lo mejor, esas gentes tan importantes de Madrid creen saber muy bien lo que les conviene a los santanderinos, pero permítanme que lo ponga en duda. La política municipal es la que afecta de forma directa al día a día de los vecinos: los camiones de basura sin pasar, los horarios de los buses sin coordinar o las obras sin terminar (si no vives en el Sardinero, claro, porque ahí todo va rápido y te dejan una plaza del Pañuelo vanguardista en cuanto te descuidas).
Santander necesita un cambio, sin duda. Necesita un cambio de mentalidad hacia el municipalismo real: ese que se preocupa del bienestar de los vecinos y vecinas, ese que atiende y se preocupa de los barrios y los pueblos, ese que protege a las mayorías, aunque eso implique retar a las grandes fortunas que siempre han vivido entre privilegios. Para conseguirlo, necesitamos una fuerza política que no esté gobernada desde Madrid, a merced de los vaivenes partidistas y los intereses ajenos. Por eso nace precisamente Cantabristas: para hacer política por, para y desde aquí. De Santander, desde Santander y para Santander. Y es que, mientras quienes ocupen los sillones estén más preocupados por las órdenes que vienen de fuera que por sus vecinos, y las pongan por encima incluso de sus propias convicciones, poco vamos a cambiar.