Ideas tenemos todos y todas, todos los días. Pero no hace falta decirlas todas en alto o en una rueda de prensa. Esta semana, el equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Torrelavega anunciaba su intención de construir un Parque Acuático en Sierrallana. Leía la noticia mientras oía jarrear por la ventana. Sus promotores, según leí en la prensa, explicaban que el proyecto sería similar a un “mini Terra Mítica”. Esperemos que sea muy “mini”, porque Terra Mítica acabó quebrando y costó a las arcas públicas y el sector financiero valenciano un mínimo de 377 millones.
Pero no venía a hablar del Aquapark del Besaya que, de momento, solo existe en la imaginación de un Ayuntamiento acostumbrado a hacer gala de las ideas más estrambóticas – muy pronto podremos visitar el “banco gigante” mientras nos “torrelaveganizamos” –, para afrontar los problemas estructurales que afronta una ciudad profundamente herida por una crisis industrial permanente.
Tampoco venía a hablar del mayor Puente Tibetano del mundo, anunciado esta semana por el Gobierno de Cantabria, que se pretende construir en Peñarrubia. Aunque se podrían decir muchas cosas, el problema no es únicamente este proyecto o aquel, del mismo modo que en la reciente polémica sobre el Faro de Ajo, el problema principal no era el faro. El problema es cómo se hacen las cosas y, sobre todo, para qué se hacen. Que se haya convertido en costumbre dedicar ingentes cantidades de recursos públicos en proyectos que no contribuyen a hacer frente a los principales problemas de Cantabria, pensados a corto plazo y sin más enfoque que ahondar en el mismo modelo que nos ha traído hasta aquí.
La imaginación está bien, es un valor en política, pero tampoco es necesario convertir la política cántabra en un carnaval de ideas, a cada cual más extraña, para profundizar en el que parece ser el único y principal fin por el que se hace todo: atraer turistas.
Mientras los poderes públicos están pensando en proyectos para hacer aún más masivo el turismo vacacional, estamos perdiendo tiempo y energía que debería dedicarse a tratar de impulsar una transformación del modelo productivo. Otros lugares lo están haciendo, mientras Cantabria profundiza en el deterioro ambiental, la extensión del modelo del ladrillo al interior y la promoción de un mercado laboral cada vez más estacional, que empuja a miles de personas al paro o a la emigración.
Sin un planteamiento a largo plazo sobre el modelo industrial, sin políticas de innovación equiparables a las de otros lugares, sin aumentar la inversión en la educación y la formación, sin una política de vivienda valiente, sin políticas sociales ambiciosas, nunca revertiremos la tendencia que está arrastrando a nuestra tierra a una situación cada vez más complicada. Debemos exigir a los partidos con responsabilidades de gobierno que empiecen a pensar más allá del titular y más allá de las próximas elecciones. Es imposible obtener resultados que mejoren la vida de la gente de Cantabria limitándonos a encadenar una ocurrencia tras otra.