Si nuestros adolescentes son capaces de identificar esas violencias podrán no ejercerlas, y si son ellas quienes las identifican, podrán no permitirlas. Solo así podremos salir de un bucle que deja totalmente indefensas a las mujeres. Para poder encajar todo esto en las escuelas debemos blindar la coeducación y llevar la educación afectivo-sexual a las aulas.
La violencia contra las mujeres y las niñas es una forma virulenta de abuso y discriminación que adopta múltiples formas -física, sexual, psicológica y económica-, todas ellas interrelacionadas y que afectan tanto al ámbito privado como al público. Además, es considerada por la OMS un problema de salud pública, tanto por su magnitud, como por las repercusiones que tiene sobre la salud física, mental y social de las mujeres.
En la definición y trascendencia de las violencias machistas solo existe el debate entre quienes son incapaces de ver más allá de su ideología. Y, en muchos casos, de su privilegio. La que parece que es ignorada es la solución: la educación. Todo es aprendido y transmitido, por lo que debemos utilizar las escuelas, el lugar donde tantas horas pasan al día la juventud, para mostrar las sutilezas machistas del sistema patriarcal. Se puede empezar por buscar alguna palabra en femenino o nombres propios de mujeres en los libros de texto. Porque la violencia a veces es sutil, pero las consecuencias siempre son brutales. Tenemos que destripar el mito del amor romántico, mostrar sus mecanismos de opresión. Tenemos que enseñar a no permitir, a ser conscientes y a no reproducir un modelo social que mata. Todavía hoy, las adolescentes relacionan violencia machista con golpes y violencia sexual con violación. Si fueran capaces de ver cómo se construyen esas violencias tendrían las herramientas necesarias para no permitirlas.
Todo empieza con el control de las amistades, continúa cuando ella dice todo el rato dónde está y con quién habla; sigue cuando él coge su móvil, lee todo y le pide las contraseñas; cuando deja de hacer las cosas que le gustan por pasar tiempo con él, cuando cambia su forma de vestir, de mostrarse al mundo, para no incomodarle. Ella acepta cada una de estas premisas por miedo a defraudar, a que se ponga en duda su fidelidad y su amor, acepta con la esperanza de que todo irá mejor, porque al final quedará demostrado que, efectivamente, está enamorada. Ella cree que todo esto son solo pruebas de amor, de amor romántico, nada más. No sabe que cada vez que esto sucede está siendo violentada. Así se acaba entrando en una dinámica sin salida aparente, hasta llegar al aislamiento, donde es más difícil que se produzca la huida. Y es que ningún hombre te parte la cara en la primera cita, construyen una relación adornándola con un lazo, y después van apretando la lazada. Hasta que, o huyes, o te matan. Han sido asesinadas 38 mujeres en el Estado en lo que va de año. Y todas sabemos que las cifras oficiales no contabilizan todos los casos.
Si nuestros adolescentes son capaces de identificar esas violencias podrán no ejercerlas, y si son ellas quienes las identifican, podrán no permitirlas. Solo así podremos salir de un bucle que deja totalmente indefensas a las mujeres. Para poder encajar todo esto en las escuelas debemos blindar la coeducación y llevar la educación afectivo-sexual a las aulas. ¿De qué depende esto? De varias cosas, pero sobre todo de dos: voluntad política y dotación presupuestaria. La Unidad de Igualdad y Coeducación debería estar constituida desde el 8 de marzo del 2020, necesitamos formación obligatoria de los equipos docentes y necesitamos que den más horas a las Representantes de Igualdad. Necesitamos todo esto y muchas más cosas. Necesitamos que se cumpla la ley por la Igualdad efectiva entre Mujeres y Hombres de Cantabria ¿De qué sirven las leyes si no se ejecutan? ¿Para cumplir con la cota de feminismo simbólico que toca? Que cada cual responda a estas preguntas como buenamente pueda. Mientras tanto, desde las aulas, gran parte del profesorado de Cantabria estaremos haciendo el trabajo que la administración es incapaz de hacer: educar en igualdad para construir una Cantabria más justa, una Cantabria más feminista.