En mitad de esta situación de incertidumbre ante la pandemia y en estos meses de verano, el Gobierno de Cantabria está impulsando una Ley, de la que ya se conoce el anteproyecto, y que desde Cantabristas hemos calificado como ‘Ley del Cemento’. El nombre no es exagerado: la nueva Ley permitirá la construcción de chalets, de segundas residencias, en la mayor parte del suelo rústico y sin apenas cumplir ninguna condición.
Es decir, se quiere reconocer legalmente el derecho de cualquier veraneante a construirse su chalet en el entorno de cualquier pueblo de Cantabria. Imagínense Tudanca, o Carmona, por poner dos ejemplos, rodeados de construcciones dispersas, ocupadas durante dos semanas al año. Por lo tanto, esta nueva ley, que empieza a dar pasos hacia su aprobación tratando de hacer el menor ruido posible, supone llevar el modelo del ladrillo que tanto daño causó en nuestra costa (con más de 800 sentencias de derribo, que seguimos pagando), a todo el interior de Cantabria. Por eso, tenemos la obligación moral de plantarnos y defender nuestro territorio y nuestros paisajes.
El suelo, la tierra fértil, no es un recurso ilimitado. Es un valor que tenemos que preservar, porque además va a tener gran importancia en el futuro, como se señala desde las instituciones europeas y como lo hacen otras Comunidades y países de nuestro entorno. Tratar de lograr crecimiento económico a costa de reavivar la burbuja del ladrillo no solo es un error ambiental, sino también una pésima decisión a nivel económico. Por ahí no vamos a ningún sitio.
Debemos oponernos a esta forma de entender el desarrollo, común a los principales partidos de Cantabria, pero también plantear alternativas. Frente a la construcción de segundas viviendas en suelo rústico, planteamos recuperar la vida en los pueblos, reactivar nuestro sector primario, generar empleo en el sector agroalimentario, mejorar las comunicaciones ferroviarias y en transporte colectivo y, sobre todo, garantizar la prestación de servicios en las zonas rurales. Recuperar el consultorio médico, la escuela. Hacer de los pueblos un lugar atractivo para vivir, por la calidad de vida, el medio ambiente, los servicios, el acceso a la cultura. Esto es incompatible con extender el modelo del cemento a todo el interior de Cantabria.
Frente al modelo del turismo masivo, que estos días abarrota nuestras playas, proponemos apostar por la reindustrialización verde, la innovación, la ciencia. Generar empleo cualificado para que la juventud no tenga que emigrar, apostar por la formación profesional, por la investigación. En definitiva, creemos que Cantabria debe aspirar a más que a ser un destino vacacional barato. Y creemos, además, que Cantabria tiene los ingredientes necesarios para ser un lugar que genere oportunidades, ofreciendo calidad de vida, servicios públicos y derechos sociales.
En definitiva, tenemos que decidir qué modelo queremos. Poner sobre la mesa los resultados de las últimas décadas, observar hacia dónde va Cantabria y hacia dónde va nuestro entorno cercano. Y a partir de ahí, empezar a trabajar para cambiar de rumbo.