Esta semana empezó la berrea en los montes de Cantabria y a la vez el periodo ordinario de sesiones del Parlamento de Cantabria. Sucesos independientes, sin relación alguna, no me malinterpreten. Uno de estos eventos atrae la atención de gran cantidad de personas, que se acercan a escuchar con atención e interés. No es para menos, hay mucho en juego. Nada menos que la reproducción de la especie.
El Parlamento de Cantabria, en cambio, genera emociones que van desde la indiferencia al hastío. Por una parte, porque tampoco está al alcance de todo el mundo seguir la actividad parlamentaria. Tampoco la actividad del Gobierno, que se retransmite en directos de Twitter y Facebook a falta de medios públicos de comunicación de ámbito autonómico. Y es que, más allá de la prensa, a las instituciones de Cantabria hay que buscarlas por las redes sociales para enterarte de algo.
Una comunicación mejorable, sumada al desinterés en hacer a la sociedad partícipe de lo que se trata en las instituciones, es terreno abonado para el debate político estéril, impostado y de baja calidad. También para la política furtiva, que impulsa importantes cambios legislativos mientras nadie está mirando. Así se ha fraguado el anteproyecto de Ley del Cemento, también conocida como Ley del Suelo, que pretende impulsar la Consejería competente, que permitirá la construcción de segundas viviendas y chalets vacacionales, sin apenas control de ningún tipo, en suelo rústico. Lo de la costa, en el interior. Una Ley que profundiza en el modelo por el que ya se venía apostando, y que echó andar en mitad de la desconexión del verano. Porque, al parecer, para según qué negocios no hay vacaciones.
Por eso es importante exigir que se pongan los medios que permitan ampliar el debate y trasladar los asuntos que se tratan en las instituciones al conjunto de la sociedad cántabra. Información, no propaganda. Que todo el mundo pueda ver, con facilidad, lo que se trata en el Parlamento, y que pueda escuchar opiniones y análisis diversos sobre los principales temas que están sobre la mesa. Quizá eso contribuiría a elevar la calidad del debate… O quizá no, pero al menos todas y todos seríamos conscientes de dónde estamos y cuál es el nivel. Seguramente mucha gente entendería muchas cosas.
Otras Comunidades Autónomas cuentan con medios de comunicación públicos que cumplen ese papel. En Cantabria, por decisión de los tres principales partidos, no los tenemos. Desde Cantabristas lo hemos planteado y creo que somos el primer partido en hacerlo: para profundizar en la democracia y en la autonomía, Cantabria debería iniciar el camino para la puesta en marcha de un medio de comunicación público. Cuatro motivos: garantizar el derecho a la información, contribuir a la dinamización del tejido económico de Cantabria, generar un sector audiovisual y promover la cultura y el deporte cántabros.
En definitiva, invertir en profundizar en la democracia y la transparencia, en la promoción de nuestro tejido económico, en la divulgación de nuestros valores culturales y patrimoniales. El problema no es que sea caro – en estos años se han hecho cosas carísimas e inútiles, como el puerto deportivo semivacío de Laredo –, sino si se prioriza el beneficio del conjunto de la población o el beneficio de los cuatro de siempre. Y por ahora, ha primado lo segundo.